Usualmente sobre el animé (si es que lo conocen) se manejan dos visiones:
La primera es la de considerarla un producto cultural genuinamente oriental. Producto que a su vez podemos entender en parte si y en parte no. En parte si por los códigos universales que todo ser en el mundo maneja; en parte no porque esos códigos en un momento deciden dar lugar a una pequeña variación regional que hace que ciertas facetas del significado nos estén veladas en lo inmediato... pero esta forma de verlo, no deja de reconocerlo como algo del otro creado para sí mismo, al punto de que sólo el creador tiene el monopolio del significado de la obra.
La segunda visión, lo considera un producto comercial del los orientales para los occidentales. Los orientales saben que quieren los occidentales y lo producen... para darle cierto aire exótico recurren a elementos que los occidentales mirarán con ojos asombrados. Pero como estos productores orientales no saben predecir completamente nuestras formas de interpretación, colocan sin quererlo en la trama ciertos elementos que devenirán en una opacidad (casi nula) de ciertos puntos de la obra.
La segunda visión, lo considera un producto comercial del los orientales para los occidentales. Los orientales saben que quieren los occidentales y lo producen... para darle cierto aire exótico recurren a elementos que los occidentales mirarán con ojos asombrados. Pero como estos productores orientales no saben predecir completamente nuestras formas de interpretación, colocan sin quererlo en la trama ciertos elementos que devenirán en una opacidad (casi nula) de ciertos puntos de la obra.
Lo llamativo es que en las dos visiones está presente el Otro en un papel claramente protagónico. Para bien o para mal, al animé (en las dos visiones antes mencionadas) lo hacen los Otros. El animé signado como el producto de la praxis del Otro; es decir, como algo ajeno e independiente de Nuestra praxis....
Obviamente, estas visones se caen cuando consideramos que el animé se produce con técnicas occidentales (estudios de grabación, libretos, voces de reparto, todo eso no son milenarios inventos chinos), recurre a temas occidentales (casi todos los animé son sobre adolescentes en las escuelas, lo esotérico en el animé es particularmente idéntico a lo gótico europeo, la música J-pop, etc.), posee significados occidentales (la lucha técnica/naturaleza, temas apocalípticos -siempre dentro de marcos esotéricos con elementos cristianos- , competencias deportivas al estilo occidental, etc.).
Si el animé tiene todo lo que puede definir a una praxis occidental, porqué no considerarlo como tal: al animé lo produce occidente. Al fin y al cabo, que es más occidental que un japonés actual!!!
Lo que se hace con el animé es producir un discurso tolerable sobre el Otro. Nadie se ofende al ver un animé, por más extraño que le pueda parecer el mismo. Pasa lo contrario con el Otro del terrorismo y el inmigrante: su sola presencia exaspera a grandes cantidades de receptores.
Pero si podemos hacer pasar al no-ofensivo animé (producido por nosotros) como algo ajeno a las consecuencias de nuestras praxis (puesto que es producido por el otro)...¿no nos resultará mucho más fácil ocultar nuestra responsabilidad en que haya surgido el terrorista y el inmigrante...?
Odiseo Blabla
Obviamente, estas visones se caen cuando consideramos que el animé se produce con técnicas occidentales (estudios de grabación, libretos, voces de reparto, todo eso no son milenarios inventos chinos), recurre a temas occidentales (casi todos los animé son sobre adolescentes en las escuelas, lo esotérico en el animé es particularmente idéntico a lo gótico europeo, la música J-pop, etc.), posee significados occidentales (la lucha técnica/naturaleza, temas apocalípticos -siempre dentro de marcos esotéricos con elementos cristianos- , competencias deportivas al estilo occidental, etc.).
Si el animé tiene todo lo que puede definir a una praxis occidental, porqué no considerarlo como tal: al animé lo produce occidente. Al fin y al cabo, que es más occidental que un japonés actual!!!
Lo que se hace con el animé es producir un discurso tolerable sobre el Otro. Nadie se ofende al ver un animé, por más extraño que le pueda parecer el mismo. Pasa lo contrario con el Otro del terrorismo y el inmigrante: su sola presencia exaspera a grandes cantidades de receptores.
Pero si podemos hacer pasar al no-ofensivo animé (producido por nosotros) como algo ajeno a las consecuencias de nuestras praxis (puesto que es producido por el otro)...¿no nos resultará mucho más fácil ocultar nuestra responsabilidad en que haya surgido el terrorista y el inmigrante...?
Odiseo Blabla