Lo de hoy es un ensayo que dos compañeros y yo tuvimos que escribir en el 2006 (teníamos 15 años) para aprobar la materia Derechos Humanos y Ciudadanía. En esa ocasión el profesor nos puso un 10. Pero leyendo el ensayo después de años, y viendo lo que la consigna consiguió extraer de nuestros cráneos, creo que el diez se lo merecía el profe...
Lo copio y pego tal cual, sin arreglar algún problema de cohesión que pueda tener...
“Poder Político Democrático: La difícil articulación entre legitimidad, legalidad y eficacia”
Todos los agrupamientos humanos han tratado de sobrevivir y reproducirse. Frente a los desafíos del medio se has ido organizando mediante la cooperación, la reciprocidad y la confianza, para generar una esfera de control social (poder social) sobre el medio ambiente y sobre el propio hombre como un potencial peligro para la estabilidad de la sociedad establecida. Así, se establece una densa red de relaciones sociales, entre esas relaciones, se destacan las relaciones de poder (Capacidad de un actor (a) ya sea individual o colectivo, para influir de manera intencional a otro actor (b) para obtener determinados resultados, que de no haber intervenido (a), (b) no los haría). Hay que destacar que toda relación de poder o de dominación, implica una relación social. Pero no toda relación social implica una relación de poder. Esto solo va a suceder si un actor tiene voluntad de ejercer una influencia sobre otro actor y que lo logre. Entre tales relaciones podemos encontrar diversos tipos de poder: El poder económico, se basa en la posesión de recursos materiales escasos y considerados socialmente valiosos (Por ejemplo una empresa o una propiedad privada); El poder ideológico, se basa en el control de la generación y la difusión de ideas (La religión como institución); Y el poder político.
En este último, se puede decir que la política esta estrechamente relacionada con el Poder. Si se dice que la política trata de deliberación y decisión, tiene que estar dispuesta a respaldar sus mandatos con el poder necesario para obligar aún a aquellos que por cualquier causa se resistan a obedecer. Por eso es que se habla de Poder Político.
El poder político se basa en muchos recursos (materiales y simbólicos) pero lo que mejor define a este poder es el monopolio legítimo de la violencia, es decir, que la única violencia autoriza para ser ejercida es la de un actor determinado. El Poder político es el encargado de mantener un orden relativo. Se le otorga legitimidad para tomar diferentes decisiones sobre la organización de la sociedad. El Poder Político establece un orden que se manifiesta en el gobierno. El gobierno tiene derecho a mandar sobre la sociedad, y esta, el deber de obedecer al gobierno.
A su vez, puede haber diferentes tipos de poderes políticos. Cada regimen político tiene un determinado tipo de poder político.
Para analizar un determinado poder político hay que ver, básicamente, estos tres conceptos: La legalidad, la legitimidad y la eficacia. Al hablar de legalidad nos referimos a las acciones de poder político y su apego a las leyes establecidas y reconocidas públicamente sancionadas según procedimientos autorizados. La legalidad de los procedimiento de cómo se accede al poder (legitimidad de origen) y de cómo se ejerce (legitimidad de ejercicio), implica (en el caso de un régimen democrático) la vigencia de un Estado de Derecho constitucional y democrático que sanciona las condiciones que han de revestir las elecciones para ser válidas.
Se define a la eficacia, como la capacidad de un actor para alcanzar los objetivos propuestos.
Se define a la legitimidad como la justificación de un poder para mandar. Según Max Weber, la legitimidad puede ser: Carismática, se justifica el poder a partir de las cualidades extraordinarias de quien lo ejerce (Por ejemplo Hitler); Tradicional, donde el poder se justifica mediante la costumbre y las tradiciones (Por ejemplo un rey); Por último, puede ser Legal-racional, donde la justificación se basa en que se aya accedido al poder y este se ejerza de acuerdo a las leyes escritas.
Nos debemos preguntar ¿Cómo se legitima el poder político en un determinado régimen político? ¿Cuáles son los aspectos legales en dicho régimen? En caso de que existan esas reglas ¿Son estas eficaces a la hora de regular y condicionar parcialmente los comportamientos de los sujetos que ejercen el poder?
El ejercicio de un poder político democrático debe ser legal y estar sujeto y reglado por la eficacia de las leyes preescritas y fundamentalmente por la constitución (Aquí, la legitimidad de ejercicio se identifica parcialmente con la legalidad del mismo).
Hasta ahora, al explicar la relación entre legitimidad y legalidad de un régimen político democrático nos referimos a una legitimidad de origen (en un régimen democrático esta legitimidad la dan las elecciones), con la que se cuenta el acceso al poder. Pero esa legitimidad, aunque se estén cumpliendo los aspectos legales, puede variar dependiendo de las acciones realizadas, si son eficaces o no a la hora de resolver conflictos.
¿Por qué hablamos de una difícil articulación entre legalidad, legitimidad y eficacia en un poder político democrático? Podemos considerar la legitimidad como una variable dependiente de la legalidad como también de la eficacia. Hay que recordar que la legitimidad de ejercicio (la legitimidad que se posee mientras se ejerce el poder) depende tanto si se comporta con arreglo a derecho (legalidad) como si resulta eficaz a la hora de satisfacer los intereses comunes (bien público). Además surge otra relación que demuestra la complejidad de la relación de los tres conceptos, muchas veces la legalidad puede bloquear la toma de decisiones eficaces para resolver un problema determinado (por ejemplo una burocracia muy densa) y eso podría llevar a la pérdida de legitimidad frente a la ciudadanía a pesar de que se estén cumpliendo los requerimientos legales. Resulta necesario recordar que en un régimen político democrático se coloca en la base de toda legitimidad de entrada y como criterio para juzgar la legalidad y la eficacia del poder político a toda la ciudadanía. Por ejemplo, sujetos que se hicieron cargo del poder político y accedieron con una alta legitimidad y cumpliendo los requisitos legales, como puede ser el gobierno de Alfonsín o De La Rúa, que a causa de impopulares medidas (como el “corralito”) terminaron con muy bajos índices de popularidad. Un ejemplo que puede mostrar cómo la legalidad puede bloquear la toma de decisiones eficaces (más allá que el considerar eficaz una medida es relativo) es el gobierno de Hipólito Irigoyen (1916-22; 1928-30), donde la mayoría conservadora en el Senado imposibilitó la sanción de diversas leyes (por ejemplo la nacionalización del petróleo).
A la hora de tratar de encontrar respuesta al problema de la articulación de la legitimidad, la legalidad y la eficacia en los regímenes democráticos, se debe recordar necesariamente que, con 2500 años de existencia histórica la democracia, es una construcción social inacabada, incompleta e imperfecta, y trata de crear un orden que no cerrará jamás.
Si supusiéramos (por ejemplo) que un día se implementa un régimen democrático perfecto, la legitimidad de origen proviene del voto ciudadano y, a la vez, todo el sistema legal delimita de tal forma a los sujetos que tienen el poder que solo pueden tomar decisiones eficaces, dos problemas surgirían de inmediato: primero, una decisión puede ser eficaz para algunas personas y para otras no. Segundo, si el gobernante cumpliendo los requerimientos legales únicamente puede tomar decisiones eficaces, no habría diferencias entre un candidato y otro, y las elecciones serían innecesarias.
Si bien no hay una solución definitiva al problema, hay un medio para lograr que las consecuencias de las incoherencias en la democracia sean mínimas: la participación de la ciudadanía. Se necesitan mecanismos que permitan que la ciudadanía pueda controlar a los gobernantes entre elección y elección, que permitan que a la hora de implementar decisiones se identifiquen los aspectos positivos y negativos que tendría la implementación de la decisión.
Sin estos mecanismos y sin un alto compromiso ciudadano en lo que respecta a los asuntos públicos, el poder político se alejará de la voluntad popular y servirá únicamente a intereses personales o partidarios y habrá una democracia restringida y una ciudadanía incompleta el medida que la participación de esta se reduzca a las elecciones.
Siempre hay que tener en cuenta que el bien colectivo es algo que todos, sin exclusiones, debemos perseguir colectivamente. Nadie por más sabio, capaz y bien intencionado que sea puede tomar por nosotros.
Obviamente creo que el análisis es muy grosero, y hecho con un "instrumental" racionalista del siglo XIX; pero creo que es riguroso, claro y tiene un idea concreta. Nada mal para tres pibes de 15 años...
Un poco menos reflexivo que aquello
a lo que Quino nos tiene acostumbrados,
pero de todas maneras, es genial...
Odiseo Blabla